jueves, 20 de marzo de 2008

Cartas desde el Corazón




No suele faltar ni un solo atardecer a este lugar, donde espera ansioso ver aparecer a la Luna, la grande y bella luna de Juanito. Así la llama él en su interior. Con ella juega, sueña, ríe...Este lugar, mágico para él, es el refugio a su soledad, porque Juanito es un niño solitario. No son pocos en el pueblo los que piensan que es un loco, un lunático y que todo es fruto de su caracter tímido y reservado.
Cuando llega a casa, deja las cosas del colegio y sale corriendo hacía la playa, trás la mirada preocupada de su padre.
Una noche se sienta junto a él don Joaquín, el sacerdote, y tiernamente le da unos golpecitos en la espalda dicéndole: -¡qué! va todo bien?- Juanito, sin dejar de mirar a su Luna, le sonríe y contesta; -¡todo va bien, Don Joaquín!!- Don Joaquín, insistiendo, le dice; -¿por qué no eres igual que los demás?. Estoy preocupado por tí, ultimamente no vas bien en los estudios, te ofuscas enseguida en tus pensamientos y no prestas atención-. Juanito se entristece y sigue mirando fijamente a su Luna.

PRIMERA CARTA.

Hola: Soy la niña del poeta. Ya sé que no me conoces, ahora te explico: Estoy en tu pueblo. Un pueblo precioso, lleno de luz y color. Mi padre tuvo que venir aquí por causa de su trabajo y fue a visitar a un buen amigo llamado Don Joaquín, es sacerdote. Estuvieron hablando mucho tiempo, no sé de qué, porque yo no escuhaba nada, estaba absorta en al Luna, tu Luna, Juanito. De pronto, presté atención a las palabras de Don Joaquín que decía; -me preucupa mucho este chico, su padre es muy amigo mío y me ha pedido que hable con él, lo he hecho, pero nada, no hace caso de nadie. Cuando le digo que tiene que estudiar, sale corriendo hacía la playa para hablar con la Luna, su Luna, según él.
Así fue como supe de tí.
Anoche bajé a la playa. El cielo estaba nublado, muy oscuro, no se veía nada, la Luna se escondía detrás de un nubarrón y sentí tristeza, me hacía tanta ilusión hablar con ella.
Si quieres contestarme, me alegraré mucho, no tengo amigos aquí y nosotros podríamos serlo, ¿te parece bien?
Un saludo.
La niña del poeta.


SEGUNDA CARTA


Hola, Juanito. He recibido tu carta. No te preocupes, nada de lo que me digas se lo contaré a nadie.
Me hace muy feliz tener un confidente para contarle mis cosas y que tú me las puedas contar a mí. ¿Quién podría entender a un niño que habla con la Luna y a una niña que habla con el mar.
Cuando me escribas, dime qué le dices, qué le pides.
Hoy he bajado a la playa. Me he sentado la orilla, las olas venían a besarme los pies mientras yo acariciaba la arena. ¡Me he sentido tan feliz!. De pronto ha empezado a llover y he sentido tristeza, la lluvia corría por mi rostro enlazada a mis lágrimas y no sabía por qué lloraba. Le he preguntado al mar y ¿sabes qué me ha dicho?:
-Querida niña del poeta, lloras porque no entiendes que se puede ser feliz contemplándome a mí y bajo la lluvia, acariciando la arena y a una roca, que se puede ser feliz si quieres serlo-.
¿Tú eres feliz, Juanito?
Un beso.
La niña del poeta.

TERCERA CARTA

No has contestado a mi pregunta, Juanito, pero en el fondo de tus palabras veo un reflejo de melancolìa.
¿Por qué guardas todas esas cosas que me cuentas?. Me las dices a mí, ya lo sé, pero ¡son tan bonitas!
Podrías llegar a ser un buen escritor ¿te lo has planteado?.
Yo escribo poemas ¿sabes?, me gusta mucho. A veces me voy junto al mar y allí comparto con las olas mis sentimientos. Ellas siempre vienen hacía mí con su canto, a veces sereno y otras, con una gran rebeldía. Entonces pienso que cuando vienen serenas es para contagiarme su paz, pero cuando se alzan en rebeldía, me da la sensación de que me quieren decir, ¡despieta, no sueñes más!.
Anoche, me dijo mi padre que teníamos que marcharnos. Su trabajo ya ha terminado y volvemos a casa. ¿Querrás seguir escribiéndome aunque estemos lejos?.
Un beso.
La niña del poeta.

CARTA CUARTA

Esta mañana al levantarme, he vuelto a sentir esa sensación de vacio.
Una angustia vital que no se descifrar, me atenaza.
Recuerdo la noche en que nos despedimos. Estábamos los cuatro, la Luna, el mar, tú y yo. La Luna tenía una sonrisa agridulce. El mar, venía hacía nosotros con un lamento, callábamos, no hacía falta hablar, ¿recuerdas?. Nos cogimos de la mano y paseamos por la arena. Después, te dije adíos. Creo que tuve la sensación de que no volvería a verte.
Ha pasado mucho tiempo desde entonces.
He recibido tu carta.¡Me alegro tanto de que hayas terminado tu carrera!
Quiero hacerte una pregunta: ¿Eres ahora un hombre feliz?. Esa palabra pesa mucho en mí. Todos estos años, me ha estado persiguiendo.
Un abrazo.
La niña del poeta.


QUINTA CARTA

Hola, Juan. Quiero que seas el primero en saberlo. ¿Recuerdas mi afición a escribir?. A lo largo de todos estos años, mi afición se ha ido haciendo mucho más grande. He escrito un libro de poesía y me lo han publicado. ¡Me siento tan feliz!. Pero mi felicidad se ve un poco empañada al leer tu última carta. En ella me dices que ya eres abogado. Tienes mucho trabajo, fama y todo aquello que se necesita para ser feliz, pero que no lo eres. A veces la felicidad se encuentra donde menos se busca. En tu interior, mi querido Juan.

Un abrazo.
La niña del poeta.

SEXTA.

MI querido Juan. He vuelto a tu precioso pueblo. Ese pueblo que de pequeña me cautivó, pero tú, no estás. ¡Qué sensación de vacío!. He paseado por la playa, pero no es la misma. Me he acercado al mar, esperando no sé qué milagro. Quizás el de sentirme niña otra vez y verte aparecer corriendo con tus pantalones cortos y tu mirada límpia y sonriente. La mirada de Juanito, a veces asustada, pero otras, brillante cuando miraba a su Luna.
Las olas esta vez, vienen hacía mí impetuosas, altivas. Y he creído que de nuevo me quieren decir, ¡despierta, no sueñes más!.
En este marco tan propicio para volver al pasado, no he podido evitar pensar en tí. En mi mente se agolpan palabras como, melancolía, miedo, búsqueda, llanto... Ese grito que a veces sale de tu corzón y a través de un papél, va derecho al mío. Y me siento impotente porque la distacia que hay entre los dos, me impide cojerte de la mano, como antaño, y decirte; qué es lo que buscas, qué temes, por qué lloras.
Esta mañana paseando por la playa, he sido yo la que he necesitado tu mano y que me dijeras; ¡no tengas miedo, niña del poeta!, pero a través de mis reflexiones y entereza, vuelvo a ser la mujer fuerte que todos quieren ver en mí. Mi mundo interior es tan grande. A veces me veo como viajera del tiempo, sin comprender por qué unos ríen y otros lloran. Soñando con el amor, la paz, la comprensión...en un mundo que no entiendo.

Un abrazo.
La niña del poeta.

SEPTIMA

He meditado mucho desde mi vuelta a casa. Los días que he pasado en tu pueblo me han hecho reflixionar y no sé por qué, tengo la sensación de que todo se repite, tú, hablándole a la Luna y yo al mar. ¿Tienes al fin tu respueta? yo, no. Sigo pensando que no soy de este mundo, no entiendo, ni quiero entender lo que me rodea. Mi vida es un sueño. Como me sueln decir, vivo en una nube.
Aquél niño solitario que conocí, el que le hablaba a la Luna, ahora es un hombre de amaneceres grises. Y aquella niña que tú conociste, la que le hablaba al mar, vive soñando con amaneceres azules.
Me despido de tí con un poema.


Siento y porque siento, amo.
Sueño y porque sueño, vivo.
Te miro
y son tan profundos tus ojos
que en ellos me anido.
Me miras
y yo te juro mi amor
que por tu mirada siento, sueño, amo y vivo.

Un abrazo.
La niña del poeta.

Encarna Navarro López


OCTAVA

Ya había perdido la esperanza de verte y aún hoy creo que ha sido un sueño, pero allí estabas con un ligero equipaje, tu mirada y tu sonrisa.
Cuando me llamaste por teléfono diciéndome que tu tren paraba durante unos minutos en la estación de mi ciudad, la alegría inundó mi casa. Aunque sólo fueran unos minutos...
¿Recuerdas nuestro encuentro?. Nos miramos a los ojos y los dos a la misma vez dijimos, ¿qué te pasa?. Desviamos nuestras miradas con miedo a que pudiéramos leer el uno en el otro nuestra melancolía. Pero luego me volviste a mirar y no hizo falta que hablaras, allí estaban los ojos de Juanito. Ya no veía a Juan hombre sino a mi amigo de antaño, al niño solitario, y me sentí niña otra vez, la niña del poeta, la que cogía a su amigo de la mano y paseaba con él por la playa.
Nos dimos un abrazo muy grande, ese abrazo simbólico de nuestras cartas. Luego te dije: hasta siempre en la distancia. Tú, sin mediar palabra y la mirada acristalada, te marchaste. A la vez que te alejabas yo me iba sintiendo otra vez mujer, la niña del poeta, se alejaba contigo. Creo que nuestro breve encuentro fue para infundirnos valor el uno al otro en ese abrazo.

Con nostalgia pienso: dos almas, dos destinos, la Luna el mar, la belleza.

Un beso.



NOVENA


¡ Cuántos años perdido, mi querido Juan!. Ahora, después de nuestro encuentro en la estación, nos damos cuenta, como bien dices en tu carta, que nunca debímos separarnos. Nos ha mantenido nuestras letras, nuestras cartas, de las que nunca pudimos prescindir.
Sí, me voy contigo a tu pueblo y empezaremos una nueva vida juntos. Veremos los dos a la vez, amaneceres azules. Tú, seguirás hablando con la Luna, y yo con el mar. Ahora ya tenemos nuestra respuesta, EL AMOR.
Ya no recibirás más cartas mías. La próxima vez que me comunique contigo, será mirándote a los ojos. Los ojos de Juanito...los ojos de Juan hombre....

Te quiero.

La niña del poeta.

FIN

2 comentarios:

Mª José dijo...

Chicos, que sepais que Encarna es una de las personas mas queridas del Foro de Escritura.

Pink dijo...

Queremos que se publique el poema flores para Encarna porque ella es muy querida por ya sabeis quien