jueves, 20 de marzo de 2008

Relatos para nuestros niños



Este es Federico


TIM-BON


Tim-Bon es un payaso muy dulce, de verlo se antoja. Su cabeza esta hecha con un gran jamoncillo, como pelo tiene, por arriba, una gran pirulí verde, sabor limón, y a los lados y atrás, bien acomodadito dulce de tamarindo, su nariz se parece a la de pinocho, es una larga charamusca y sus ojos cuadrados están hechos con trompadas, sus orejas son dos chabacanos secos y su boca esta hecha de alegrías. El cuerpo esta formado con un gran dulce de leche con sabor a nuez, mientras que el cuello es de pepitorias, los brazos con palanquetas de cacahuate y las piernas con cocadas. Está vestido con tiras multicolores de ate de Morelia, los botones son de peladillas, y los zapatos de calabaza cristalizada.




NOTA EXPLICATIVA: Una tradición mexicana con raíces tanto autóctonas como hispanas, son los dulces típicos, entre los que se incluyen las palanquetas, hechas con nuez o con cacahuate; los macarrones; las cocadas; los dulces de leche; los jamoncillos; el acitrón; los tamarindos enchilados o salados; las charamuscas; las trompadas; las alegrías; las pepitorias; las frutas cubiertas como calabaza, chilacayote, higo, piña, naranja, tuna; los limones rellenos de coco; las morelianas, los pirulís, las jaleas, las obleas, las peladillas y los malvaviscos.



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María M.V.




CIEN VECES ARCO IRIS


- Cuando llueve y sale el sol, aparece el arco iris
-Arco iris, arco iris. Hoy llueve y hace sol ¿dónde está? Yo nunca he visto eso ¿qué es un arco iris?
-Es como un puente de colores en el cielo.
-¿De cuántos colores?
-¡Pues de todos los colores! Es que no sabes nada.
-¡Buah, chaval! Yo no me lo creo.
-¡Qué sí! Y mi amigo Li dice, que si pasas por debajo, te conviertes en chica.
-¿Y si pasas sin querer?
-También.
-Yo no quiero ser chica. Las chicas no saben jugar al futbol.
-Eso lo dirás tú. Mi prima Laura mete unos chutes que le entra un gol desde medio campo.
-Eso si que es mentira. Más mentira que lo del arco iris ese.
-Tu si que eres mentira, mira por la ventana. ¡No!, al otro lado. ¿Lo ves allí? ¡Allí está! Mira, mira como brilla. Y es de todos los colores...

-JAVIE R CONDE Y AITOR MURUA ME VAN A TRAER ESCRITO PARA MAÑANA "EN CLASE NO SE ESTÁ DE CHÁCHARA. EN CLASE SE ATIENDE AL PROFESOR". CIEN VECES.

-Pero es que profe, el arco...

-JAVIER CONDE, DOSCIENTAS VECES.

A Javier Conde no le importó nada el tonto castigo. Había visto por primera vez un puente brillante flotando en el cielo y de todos los colores. Le dio un poco de miedo y ¿si pasaba por debajo sin querer? Seguro que Laura, la prima de Aitor, antes era un niño y sin querer pasó por debajo de uno, si no, de qué iba a chutar tan bien.

María

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Orestes Aguilar Iparraguirre



Un amañado ladrón en la oscura noche
sigilosamente, a su víctima, fisgoneaba
me llevaré un gran botín, planeaba.
Y con descaro se acercaba sin reproche.



Distraído estaba en estas cavilaciones
Cuando un carnero de certero cabezazo
Le mando al suelo, a darse un porrazo,
ante la víctima reveló sus intenciones.



El echó los mastines a perseguirlo,
inició el rufían una desesperada retirada
la cerca saltó, un bravo toro lo esperabase
esforzó en la oscuridad a distinguirlo

El toro colérico una cornada le asestó
Elevándose, detrás del asno fue a caer.
Tus intenciones entiendo, le rebuznó
y con certera coz, lo tumbó a gatear

Asi magullado, del botín se olvidó
recapacitó, y se encomendó a Dios
Volvió a saltar la cerca y se alejó
Arrepintióse , y a sus fechorías dijo adios

El contenido, es de un cuento popular de mi aldea donde nací.
Yo, lo he encerrado en estos versos para los niños de mamá Blanca.
Espero que le sean de utilidad.

Orestes


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Fernánda Sánchez




El ÁRBOL DE ILUSIONES


Camila con sus ojos ingenuos observaba a la rana de piel de naranja y color anaranjado brillante trepar por el viejo árbol del Jardín. El batraceo se deslizaba lentamente, exploraba el árbol favorito de la niña en busca de algún insecto que devorar, saltando con sus viscosas ancas de hoja en hoja.La pequeña se sentía sola en la mansión, rodeada de sirvientes y esa niñera inglesa que tanto aborrecía. Sus padres hacían uno de sus tantos viajes de placer por Europa. Le gustaba pasear por el Jardín soñando mundos maravillosos, personajes fantásticos y una vida feliz. Esa tarde, después de perseguir duendes y platicar con el hada de los sueños se sentó a descansar bajo la sombra del naranjo. Al mirar aquella rana que tanto le impactaba, sus deseos de trepar el roble se fueron haciendo cada vez más intensos, deseó perseguir insectos, subir hasta la punta de aquel árbol y desde allí poder mirar el mundo, todas esas cosas interesantes qué había escuchado se encontraban detrás de la gran barda que rodeaba la mansión.Por fin… después de meditarlo un buen rato se decidió a trepar. Subía lentamente por las ramas, quería seguir la ruta de la rana, que se mimetizaba entre las hojas. El viento helado se impactaba contra su cara y despeinaba sus cabellos rubios, los cuales se movían de un lado a otro. Disfrutaba esa sensación de sentirse poderosa, cerca del cielo y agarraba pequeños insectos que observaba con detenimiento.El sol comenzaba a meterse, cuando se escucho una voz que venía del otro lado del Jardín- Camila… Camila… ya es hora de entrar.- Niña, ya deja de soñar.Camila sentada bajó el naranjo volteó aturdida. La vieja niñera de aspecto desagradable se encontraba frente a ella con la silla de ruedas. Ante la sorpresa de la niña, la cargo y levantándola junto con la cobija que tapaba sus piernas la sentó con rudeza sobre la silla.

Fernánda


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REINA LA ALEGRÍA

El día esta esplendoroso, con un sol radiante que parece que nos mira como queriendo estar en nuestra fiesta, ¿Fiesta? Claro que si, la fiesta para los niños de Blanca.Todo mundo esta cooperado, algunos han traído comida, doña Tere, desde su restaurantito, mando las tortas ahogadas, típicas de Guadalajara, don Pedro, el rey de las aguas, mando las muy Mexicanas aguas frescas: Limón con su verde color, la blanca Horchata y la muy roja Jamaica; doña Amalia, desde su cocina, nos envió un pastel de tres leches, que se ve tan sabroso como para chuparse los dedos; don Porfirio, el del puesto de frutas del mercado, nos ha mandado jícamas, naranjas, pepinos, piña y coco, para que las señoras preparen un rico pico de gallo con su sal, limón y chile piquin.Don José, el dueño de la tienda de abarrotes, nos mando las bolsitas con dulces para repartir a todos los niños, sin faltar el confeti, las serpentinas, los globos y por supuesto las espanta suegras.Los muchachos del barrio se apuntaron para poner todos las banderas de colores por todo el patio y no podían faltar tres grandes piñatas con forma de estrella, una llena de frutas, otra con dulceS y la ultima, esa es una sorpresa su contenido.Las muchachas nos ayudaron arreglando las mesas, con los manteles y poniendo los adornos en las mesas, que son animales de todas las formas, hechos con globos.Los invitados son algo especial, porque los hay de muchas partes, no solo de México, también de otras partes del mundo; TIM-BON el payaso llegó de Sonora, desde España nos acompañan el Pato Manolo, que es famoso por galán y desarrapado, que trae un amigo que dicen es peor que él, Bichito Revoltoso; Viene Juanito que es poeta y amigo del mar, al que acompañan dos amigos muy curiosos: La Liebre que corre en el mar y la Sardina que nada en el monte, también de aquellos lares vienen Chirri, que era remolón para comer, y una Reina llamada Luna con su Princesa. De Venezuela nos acompaña un Caballito muy correlón que nos trajo un Cucuy y desde Argentina llegaron unas moscas que dicen son muy golosas.Todos nos reunimos alrededor de un Árbol de las Ilusiones que nos enviaron desde Xochimilco y durante toda la tarde los niños de Blanca, los invitados especiales y los miembros del Club de la escritura pasamos muchos momentos de alegría.Como cuando TIM-BON en uno de sus actos de magia convirtió las cartas de la baraja en Obleas con Cajeta, o cuando el Pato Manolo, con su peculiar acento regaño a Bichito Revoltoso, que esta lanzando piropos a la Reina Luna y su princesa; así pasamos las horas, por esto y muchas cosas mas es que en el Club de la Escritura reina la alegría.
Federico

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POMA ROSAS

El rico sabor de las aterciopeladas Pomarrosas es algo inolvidable.
El Sol se estaba ocultando. La gente del pueblo, como todas las tardes, se reunió al pie del noble árbol al centro de la plaza para dejar pasar el tiempo entre risas maliciosas acompañadas de comentarios malsanos acerca de cualquier persona. Así transcurría la vida normal. Sin embargo, esa tarde calurosa de Agosto, el árbol plantado al centro de la reunión maldiciente, comenzó arrojar sus pequeñas frutas rojas, lo que causó un asombro tan grande que hubo quien dijera que era gracia de los duendes. Era mejor ocultarse antes de que algo peor pasara. No se dijo más. El pueblo se ocultó escoltado por la noche.
Al salir de sus casas después de lo de anoche, las miradas atónitas de los habitantes, vieron la enorme alfombra roja de las Pomarrosas (nombre que reciben las frutas caídas del noble árbol) por lo largo y ancho del pueblo. La gente se inquietó por lo que se resolvió agruparse de inmediato en la plaza. “Si el árbol dejó caer las Pomarrosas habrá que recogerlas” propuso alguien. Son demasiadas. El pueblo entero no alcanzaría a comerlas, por lo menos hasta dentro de un mes. Fue entonces, cuando decidieron almacenarlas y olvidar lo ocurrido. Ninguna persona contó que al día siguiente sucedería exactamente lo mismo y al día siguiente y al día siguiente.
El almacén improvisado para tal fin estaba por reventar. Era necesario encontrar otra solución. De pronto, una voz joven propuso, sin detenerse en miramientos: “Cortemos el árbol” La propuesta conmocionó al grupo. Hubo un momento paralizante. El inocente mozo sintió un dolor avergonzarte. Los habitantes le dieron la espalda. Quedó solo frente al árbol y con su impertinencia haciéndole sombra.
Esa noche el joven apenado, cuando hubo de dormir, pidió al Cielo encontrar una solución justa para todos. Con ese deseo en mente se entregó a la quieta oscuridad. Al instante, acudió un sueño. Se veía a la gente del pueblo agrupada. Discutían el asunto. Entonces sonó una voz diciendo: “Repartámoslas a otros pueblos vecinos”. Así se hizo. Por un tiempo, los habitantes del lugar se tomaron la tarea de hacer algo provechoso. No hubo rincón de la región que no probara el contagioso sabor de las frutas rojas, incluso llegó al paladar del Alcalde, máxima autoridad del lugar, lo cual le pareció tan grato, que rápidamente convocó a sus asesores para descubrir el sitio del que provenían las frutas. Sus queridos y complacientes colaboradores trajeron a su presencia un enorme mapa, indicándole un punto lejano a cualquier geografía conocida. Ese era el lugar.
Una verdadera sorpresa recibió el pueblo cuando el Alcalde, máxima autoridad del lugar, llegó a visitarlos. Fue movido por el anhelo de conocer el origen de tan inigualables frutas rojas. La gente se deshizo en halagos. Se condujo al Ilustre Señor a la modesta plaza. Al centro de las miradas, apareció el noble Árbol, pegado al cielo luminoso y en medio de las expectativas de los habitantes. Estos vieron con la llegada del Alcalde, máxima autoridad del lugar, una salida. Ahora vendría el crecimiento y la bonanza de la población. Las frutas caídas que una vez les sorprendieron, ahora se convertían en las primeras monedas del enorme tesoro que se avecinaba. Para el recién llegado era maravilloso. No podía dejar de pensar en las tiernas frutas. El asombro era abrumador. No podía creer que tenía frente a sí al árbol de las frutas divinas. Fue en ese momento que prometió delante de todos los habitantes de la tierra de las Pomarrosas que traería grandes beneficios. Con este juramento, el inocente joven se despertó alegre. Es necesario contar su visión al pueblo entero. “Es una señal” “Es una señal” “Es una señal” gritaba por doquier. La gente emocionada emprendió la tarea tal cual el sueño del muchacho. Al poco tiempo, el Alcalde, máxima autoridad del lugar, se encontraba frente al árbol prometiendo bienestar a la tierra de las Pomarrosas.
Sin embargo, esa misma noche acudió al joven otro sueño promisorio. Él vio al pueblo bellamente adornado. Las casas se habían convertido en inmensas mansiones. Miles de personas los visitaban con el deseo de probar las Pomarrosas. Todo era grandioso. El árbol trajo consigo el tesoro prometido.
El muchacho emocionado apresuró el paso para contárselo a las personas. De seguro que se encontraban al centro de la plaza. No obstante, cuando llegó al sitio, el árbol de las Pomarrosas había desaparecido. El Alcalde, máxima autoridad del lugar, lo arrancó de raíz para trasladarlo a la Capital. En la plaza sólo quedó un enorme hueco vacío.
Caracas, VenezuelaOctubre 1995
Bruno

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Ricardo Raúl Lampugnani


PROMETEUSH KWRTSANIWRSK

Mara, apúrate que llegamos tarde, ¡vamos!, ¿siempre tienes que ir al lavabo en el último minuto?Aylén miró a su hermana con el ceño fruncido y los brazos en jarra, meneó la cabeza y se acomodó la mochila, lista para ir a la escuela.Mara, con rastros de dentífrico en el mentón y los cordones de las zapatillas sin atar, salió del baño maldiciendo la histeria de su hermana, pero sin dejar de disfrutar un poquito, como todos los días, el hecho de hacerla rabiar.Mara y Aylén, Aylén y Mara eran hermanas. El día y la noche, el fuego y el agua, como casi todos los hermanos. Mara algo introvertida, dormilona, afecta a la lectura y a los juegos tranquilos, necesitaba sopesar todo, analizar todo. Aylén una explosión de energía que emitía a toda hora dividiéndose entre hablar, cantar y bailar. Dramatizaba cuanta situación encontraba en su camino; como una mariposa en pos del polen de las flores, revoloteaba de aquí para allá semejando que todo lo hacía sin demasiado esfuerzo.A pesar de las peleas y las provocaciones constantes, Mara y Aylén se querían mucho, como casi todos los hermanos. Había momentos que compartían en paz, tranquilidad y armonía. Eran en general cuando sus padres no estaban presentes, tampodo en ésto se diferenciaban de todos los hermanos. Los domingos Mara y Aylén iban a casa de la abuela Sara, una monumental mujer tan grande de tamaño como de dulzura. Aquella anciana permisiva, tenía una enorme biblioteca con libros de todas las épocas y muchísimos muebles viejos llenos de cajones que explorar. Para Mara era un viaje al país de las maravillas, por más que buscara, siempre aparecía algo nuevo. Una puertita, un rincón del cual sacar cosas fantásticas y rarísimas; o un libro amarilleado por los años que le contaba historias apasionantes de viajes extraños y países lejanos.Aylén, en cambio, rodeada de pinceles, acuarelas, témperas, rotuladores y papeles, dibujaba princesas enfundadas en hermosos vestidos, usando de inspiración la colección “Femirama” de Sara. ¿Quién iría a pensar que aquella moda volvería a hacer furor treinta años después?Sin embargo había un lugar de la casa que atraía a ambas: el patio trasero, Como en una especie de rito, cada vez que llegaban a la casa, Mara y Aylén se zambullían en ese espacio. Un piso de baldosas y canteros pegados a las paredes posibilitaba al abuelo Romualdo desplegar sus ya limitadas dotes de jardinero o descargar su enojo removiendo la tierra, cuando se peleaba con su esposa.-Antes no había baldosas, era toda tierra, teníamos muchas plantas de flores y hasta una huerta- les había contado infinidad de veces la abuela.-¡Qué rica la radicheta tiernita, recién cortada!- agregaba Romualdo invariablemente, tal vez por esa rara inclinación de las personas grandes de repetir las mismas historias y hasta las mismas frases.-¿Les conté que una vez enterré un frasco con dólares y después cavé todo el jardín sin poder encontrarlo?-Síííí, abuelo, ya nos contaste- decían a coro las nietas.Sin embargo, no eran las historias, ni los canteros, ni siquiera Eliseo, el canario color zanahoria que se columpiaba en la jaula de alambre. Lo que atraía a Mara y a Aylén era un árbol. Un viejo naranjo de corteza oscura crecía en un cuadrado de tierra rodeado por las baldosas del patio. Allí ellas confluían desde hacía años como si se tratara de un polo mágico.La búsqueda de bichos bolita y lombrices de tierra constituyeron en una época la principal actividad de las nenas. Luego fue la fabricación de túneles que chocaban a menudo con insalvables barreras de raíces marrones y la producción de variadas artesanías en barro que cocinaban en el horno de la paciente abuela. En primavera Mara se extasiaba observando abejas y colibríes que golosos extraían el néctar de los azahares y hasta llegó a creerse uno de ellos. Aylén, juntaba los pétalos caídos que introducía en frascos, de los remedios de Sara, para hacer exóticos perfumes mediante el agregado del alcohol del botiquín y crayones rayados para darle color.Las naranjas de ese árbol eran las más deliciosas que jamás habían comido, para disgusto de papá y mamá –No hay forma de hacerles comer una en casa y en lo de los abuelos hay que decirles ¡basta!- protestaban.Un día al abrir las frutas ya muy maduras, vieron un trémulo brotecito que asomaba de las semillas -¡Están germinando!- dijeron alborozadas y ni lerdas ni perezosas, comenzaron a plantarlas en cuanto recipiente encontraron: vasitos de yogurt, latas de tomate... Por varios domingos el centro de atención fueron las plantitas, hijas del viejo naranjo. El abuelo las decepcionó al contarles que necesitarían muchos años para dar fruta.II-Quiero un libro sobre hadas y gnomos- dijo una vez Mara y allí comenzó otra etapa para el árbol y su trozo de tierra adyacente. Las hermanas escribieron cartas con letras pequeñísimas, construyeron casitas diminutas y prepararon comida en vasijitas miniatura que sacaron del negocio de mamá. Pidieron encarecidamente a los abuelos que no tocaran nada; cualquier cambio podía denotar la aparición de duendes o gnomos. Ellas sabían que estaban por allí, solo había que buscar la manera de comunicarse.Mara estudió las costumbres, Aylén improvisó un poco. Pequeños triunfos iniciales como la desaparición de las miguitas de pan y la paja revuelta dentro de la casita, las animaron mucho; pero la carta no fue ni abierta, quizás la letra muy grande o el precinto demasiado duro de despegar, tal vez el gnomo no sabía leer...Pasó el tiempo. Las largas horas de juegos bajo el naranjo comenzaron a disminuir, hasta acabar en una miradita cariñosa y después nada. Mara y Aylén como es lógico descubrieron otros intereses y debieron afrontar nuevas obligaciones. Además apareció un nuevo desafío, acercarse a la adolescencia.-Voy a sacar el naranjo- dijo un día Romualdo –Ya no da casi fruta y se le han secado muchas ramas, es una pena, pero ya cumplió su ciclo...Mara sintió una opresión en el pecho, Aylén disimuló una lágrima haciendo ver que se había atragantado con el merengue del postre. Las dos fueron a despedir al viejo amigo.Mara se abrazó al tronco, Aylén le cantó una canción que había inventado en el momento “Es ese árbol mi dulce amigo... que ilumina mi camino... es ese árbol mi dulce amigo, mi compañía, siempre conmigo... es ese árbol..., pero no pudo terminar. No sabían bien la razón de tanta tristeza y allí en el cuadrado de tierra, bajo el viejo naranjo se abrazaron llorando...De pronto una gota tibia cayó sobre el brazo de Aylén, quien creyó que un gorrión había hecho caca desde una de las ramas: luego otra gota mojó a Mara, ¿otro pajarito? Ambas niñas levantaron la cabeza hacia la copa del naranjo y se miraron con ojos desorbitados y la boca como una o mayúscula... Sentado en la horqueta del árbol, había un ser regordete, de gran nariz sobre la que cabalgaban unas pequeñas gafas. Un gorro como de dormir, de color verde le caía sobre una oreja ocultándola; pero la otra mostraba su forma poco usual terminada en punta. Por unos segundos siguieron inmóviles observándolo: el cuerpo del hombrecito era bien proporcionado, quizás la cabeza un poquito grande. –Pero tiene un horrible gusto para vestirse- pensó Aylén al observar el jardinero verde brillante sobre una camisa roja y los zapatones con hebillas doradas. Visto a la distancia podría haber semejado un viejecito al mejor estilo Santa Claus, incluida la gran barba blanca, pero estaba allí, y no medía más de veinte centímetros de altura. Por sus mejillas sonrosadas todavía se notaban los hilitos plateados de dos lagrimones que habían escurrido de sus ojos casi grises y bondadosos.Mara y Aylén seguían atónitas los movimientos del fantástico ser quien sin inmutarse, sacó un pañuelo enorme y arrugado con el que enjugó las lágrimas, limpió los cristales de los anteojos y sonó su nariz haciendo un cómico ruido como de trombón -¡pooom! ¡pooom!-Dishculpen shi lash moleshté, niñash, esh que eshtoy algo viejo y me emoziono con fazilidad- dijo con una vocecita áspera, verificando la transparencia de las gafas y acomodándoselas sobre la ancha nariz.-No puedo creer, es un gnomo...- musitó Mara casi inaudible tomando la mano de Aylén que como la suya estaba fría y transpirada.-Pero no se viste como gnomo- susurró Aylén recordando que en los libros los gnomos usan sombreros rojos, camisas azules y botas.-¡Bah!... ¡bah!, pamplinash- vociferó el hombrecillo – Yo me pongo la ropa que me plaze, ¿Qué autor ha eshcrito shemejante pavada?, ¡A ver shi por un tonto humano, voy a tener que veshtirme como payasho!- y se miró los pies- Umm, esh zierto que debí ponerme lash botash, mash no lash encontré en la oshcuridad, eshta mañana y con el apuro me vine a calzar losh zapatosh de mi mujer... yo me notaba torpe para trepar, pero penshé que eran losh hueshos que ya no me shostienen... perdón yo shoy Prometeush Kwrtsaniwrsk, pero todosh me llaman Prom, ¿y voshotras?--yo soy Mara-- Y yo Aylén- dijeron a dúo las hermanas haciendo un saludito al mejor estilo victoriano, cruzando los piecitos y haciendo una leve reverencia. Ya estaban más tranquilas y… divertidas por el extraño acento de Prom.-¿Eshtais trishtes por don naranjo, que ya no da shus frutosh y el abuelo lo quiere quitar?...Umm, a ver, a ver...- y comenzó a inspeccionar las ramas y hojas con una gran lupa. La extrajo de un estuche adosado al grueso cinturón, que además de servir para colgar variadas herramientas, sostenía un prominente estómago.-Nada por aquí, nada por allá...- Prom se balanceó y miró hacia abajo-¡pero mira qué ocurrenzia la de embaldoshar todo, claro, esh menosh trabajo,... pero con lo bello que luzía el zesped en eshte patio!..., eshtá medio ahogado el pobre, pero bueh, hay que adaptarshe o morir viejo amigo- dijo dando una palmadita en el tronco.-¿Se va a morir?- preguntó tímida Aylén poniéndose como siempre en estos casos un dedo en la boca.-Todosh moriremosh algún día- respondió Prom sin dejar de auscultar a su paciente–Eshte árbol eshtá como yo, viejo, achacosho, canshado y trishte...--¿Triste?- inquirió Mara –-Nosotras lo queremos mucho--Mash él me acaba de confiar que voshotrash sholiaish degushtar shus ricash naranjash y lash hazía cada vez másh dulzesh porque osh gushtaban, ademásh, jugábaish a shus piesh, digo... raizesh y él she shentía acompañado, no entiende que habéish crezido, no osh preocupéish, shon cosash de viejosh...-Pero nosotras prometemos venir siempre a verlo, no queremos que se muera- dijo Aylén haciendo pucheros.-Yo comeré todas las naranjas que dé- murmuró Mara – No importa si no son tan dulces- agregó acariciando con ternura la corteza ya descascarada en parte.-¡Corazonesh de oro!- exclamó Prom levantando los bracitos al cielo-¿Por qué no guardarán todosh losh humanosh shemejante shenshibilidad?- y extrajo nuevamente el gran pañuelo para secarse los ojos húmedos. –Mirad, niñash, el mundo eshtá lleno de pershonash durash e hipócritash; noshotrosh losh gnomosh eshtamosh canshadosh de limpiar lo que ellosh enshuzian, por ello ya no habitamosh lash ziudadesh, ni shiquiera shush alrededoresh. A peshar que cashi todosh losh niñosh shon shenshiblesh y de gran corazón, pronto crezen y olvidan shu amor por la naturaleza de la que forman parte; rompen losh árbolesh, tiran bashura en cualquier parte, contaminan el aire con el humo de losh motoresh y el ruido de shush stéreosh. Losh pobresh árbolesh no shoportan el pesho de lash veredash, lash hojash llenash de hollín, pero por shobre todo no shoportan la indiferenzia, la falta de reconozimiento a shu eshfuerzo de, a peshar de todo, sheguir transhformando toneladash de dióxido de carbono en oxígeno, de dar shu shombra, shush floresh y frutosh...-. Prom agachó la cabeza como abatido por oscuros temores y con la voz quebrada agregó– Y ni hablemosh de losh grandesh boshquesh y shelvash, shi al menosh pensharan en el futuro, plantarían dosh árbolesh de la mishma eshpezie antesh de quitar uno al que le tomó zien añosh llegar a sher lo que esh...- el silencio invadió todo, por unos instantes dejaron de oírse el ruido de los coches y camiones en avenida San Martín. Los perros no ladraron, los gorriones permanecieron inmóviles, como atados a las ramas. De pronto, Prom dio una voltereta en el aire y con una carcajada dijo – Pero aquí eshtamosh tratando de curar al viejo naranjo, no de ponerlo peor, ashí que osh doy un remedio para aplicarle…--¿Cuál, cuál?- preguntaron al unísono.- Debeish remover la tierra y enterrar allí una mezcla que hareish con un kilogramo de ortigash machacadash, una cabeza de ajo triturada, umm, a ver, a ver..., tapaish todo nuevamente con la tierra y regáish con agua de liga. Preguntad al abuelo como hazerla.... Ademásh, zepillaréish el tronco y lash ramash con un zepillo de paja de guinéa todosh losh domingosh y le contaréish un cuento alegre o un poema, cada vez. Shi aún ashí, no quiere vivir, voshotrash habréish hecho todo por él.Mara y Aylén hubiesen querido hacerle miles de preguntas, aún no estaban muy seguras de no estar soñando. Sin embargo en el instante en que Aylén iba a abrir la boca, se oyó el chirrido de la puerta que comunicaba el patio con la cocina y apareció abuelo Romualdo -¡Sara, otra vez se escapó el loro del vecino, está posado en el naranjo...!IIISi mucho les costó a las niñas convencer al abuelo de la efectividad del tratamiento, más tiempo y pinchazos les tomó conseguir las ortigas. Papá y mamá se resignaron ante la férrea decisión –Al menos no tendrán sabañones este invierno- se consoló mamá. El estiércol de caballo, que debía estar seco (para hacer el agua de liga), se lo pidieron al tío Joaquín, que vive en el campo. La cabeza de ajo, al verdulero del barrio, quién se las regaló porque estaba medio pasadita y el cepillo de paja de guinea, salió del armario de Sara que siempre guardaba uno de repuesto,-Porque casi no se consiguen y los de plástico no son iguales- había dicho.Aylén se encargó de redactar cuentos y poemas. Los primeros trataban de princesas de largos cabellos y príncipes enamorados. Los segundos variaban en temática y longitud...¡Hay, naranjo querido!¡brota por favor yo te lo pido!¡hay naranjo querido!no quiero que mueras,sentiré un vacío...Así, domingo tras domingo se sucedieron las historias y los poemas. El otoño llegó a su fin, comenzó el invierno y con él parecieron desvanecerse las esperanzas de recuperar al viejo naranjo. Las pocas hojas que le quedaban se tornaron amarillentas y cayeron.-Lo que pasa es que no le cepillas bien las ramas- gritó Aylén.-¿y tú qué?, con esos versos tontos..., si me tienes harta a mí, imagínate al pobre árbol. Es capaz de morirse para dejar de escucharte...- contestó Mara la agresión y Aylén salió disparada hacia la cocina, angustiada, enojada, pero por sobre todas las cosas, desilusionada.Mara se quedó agachada, revolviendo con un trozo de madera, la tierra todavía suelta donde colocaron el remedio que Prom había recetado,-Si al menos apareciera de nuevo, nos diría qué hacer- pensó al tiempo que sentía como el frío traspasaba la chaqueta y se le metía en todo el cuerpo... Se pescó una gripe terrible que la mantuvo casi una semana sin ir al Instituto. Después se contagió Aylén. Papá y mamá sospecharon que los domingos en casa de la abuela habían sido el origen de los enfriamientos y pese a las protestas y los ruegos, prohibieron las visitas. El naranjo se quedó solo...

Ricardo

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2 comentarios:

Mª José dijo...

Muchas gracias a los dos a Tim Bom y a su papá Federico.

Mª José dijo...

Y a María y su Arco Iris